La Organización de las Naciones Unidas ha elegido el día 4 de Febrero para dar visibilidad a las personas afectas de enfermedades neoplásicas y ha decidido llamarlo “Día Mundial Contra el Cáncer”.

Haciéndonos eco de este hecho, los miembros del equipo facultativo del grupo Admiravisión queremos compartir unas reflexiones higiénicas y médicas con todos nuestros pacientes y seguidores.

El propósito de este artículo no es una enumeración semiológica de todas las entidades consideradas neoplásicas, unas benignos, otros malignos y unas terceras de malignidad intermedia, todas con sus estadísticas de incidencias, prevalencias y toda la serie de tasas de supervivencias …
No se trata de un resumen científico bien relleno de tecnicismos sobre qué neos son más frecuentes en determinados órganos o sistemas, ya que no estamos dando clase en la Facultad ni escribiendo una conferencia para un congreso médico.

Quiere ser unas pinceladas sobre el origen y las consecuencias que el diagnóstico de una enfermedad oncológica ocasiona sobre el paciente y sobre su entorno inmediato (familia, amistades, relaciones laborales) y cómo ésta puede resultar influenciada por nuestra genética, nuestro ánimo y nuestro medio ambiente.

Y dentro de este “medio ambiente” también estamos todos: Los familiares, amigos y conocidos de los pacientes. Son tanto la actitud ante la enfermedad de los propios pacientes como la de los miembros de su entorno las que resultan fundamentales para minimizar tanto el primer impacto negativo de la noticia como los efectos secundarios posteriores derivados de los largos tratamientos.

El objetivo de todos debería ser intentar crear el mejor de los ambientes posibles para conseguir superar la patología: Este artículo le ayudará.

Cáncer. Definición popular y definición científica

Primeramente, se necesitan unas definiciones sobre el término “cáncer”, a fin de fijar unos mínimos y saber lo que estamos hablando.

En muchos casos, el cáncer no es una enfermedad ni, mucho menos, mortal.

El “cáncer” y la “neoplasia”, que son términos sinónimos, se refieren a la pérdida del control que las células sufren sobre su propio crecimiento y multiplicación. Y no representa “una” sola enfermedad, sino son múltiples procesos no siempre relacionados.

La palabra proviene del latín, y significa cangrejo, en antiguo y dramático recordatorio de la acción agresiva de sus pinzas.

Y “tumor”, que viene del griego, sólo significa protuberancia o lesión que ocupa un cierto espacio.
En castellano, tumor podría ser traducido como “bulto”.

En el caso de los ojos, el cáncer ocular puede adoptar diferentes formas en función del tipo de tumoración.

Si son las células las que se afectan y son la base de la patología, debemos saber ahora qué son. La célula es la unidad básica morfológica y funcional de la vida. Es el elemento vivo más pequeño, y su nombre proviene del latín “ceja”, que significa agujero. Y es que fueron, efectivamente, unos agujeros las “imágenes” ampliadas de cortes de cortezas de corcho que el biólogo inglés Robert Hooke entrever con su rudimentario microscopio y así las llamó cuando publicó su libro “Micrographia” l ‘1665.

Cuando estas células, una o varias, que ya tienen marcados genéticamente unos límites para su desarrollo en número y / o tamaño, se les saltan, se pone en marcha un proceso canceroso.

Los estudios actuales y el avance de todas las ciencias médicas ya hace años que han subclasificado el término “cáncer” en multitud de procesos patológicos, todos diferentes e independientes entre sí.

La buena noticia es que todos los cánceres son tratables, aunque la aplicación de las diferentes técnicas médicas, quirúrgicas, citostàtiques, hormonales, radioterápicas, genéticas, etc. dependerán de muchas variables. Y una gran mayoría son curables, con unas supervivencias que igualan la esperanza de vida media de la población de nuestro entorno.

Quedan muy lejos las expresiones que se sentíamos, sobre todo en las villas y pueblos de nuestro país, de miedo y pésame al sentir que este o aquel aldeano parecía que podía resultar afectado de cáncer. Mientras se hablaba de este paciente, el grupo familiar o de amigos bajaba el tono de voz y, casi al oído, unos decían los demás, por ejemplo, que “a Pep Cal Ferrer le han dicho, a Barcelona, que tiene un mal malo “.

Pues este cajón de sastre que representaba el terrible “mal malo” ha pasado a la historia, gracias al aumento de la cultura general y de los canales de información que dan a conocer el trabajo en prevención y tratamiento del cáncer.

La actividad desarrollada por todo el personal sanitario, que nos esforzamos cada día en diagnosticar con la máxima precisión y rigor científico hasta la más pequeña característica de este proceso patológico, es conocida inmediatamente por toda la población, siendo frecuentemente portada de periódicos y cabecera de informativos.

Es bien sabido que sólo se diagnostica lo que se conoce, por lo que es fundamental no bajar la guardia y estar al día de todos los progresos en la investigación oncológica, que hacen variar inevitablemente las clasificaciones, las divisiones, las propiedades de cada entidad patológica y las orientaciones diagnósticas con sus pronósticos correspondientes.

Estas informaciones, con la ayuda inestimable de la ciencia bioestadística, nos ayudan a aconsejar los mejores tratamientos posibles en función del tipo de patología y los antecedentes y la historia clínica de cada paciente.

Supervivencia al cáncer

Aunque ya se sabe que generalizar no es adecuado, porque siempre se escapan los extremos y en Medicina no se puede decir ni más ni siempre, hay que hablar del estado actual de la supervivencia media.

Si hacemos caso de las series estadísticas referidas a Cataluña y teniendo en consideración sólo los datos de centros especializados y de financiación, predominantemente, privado, la tasa de supervivencia (esto es, pacientes diagnosticados vivos a los 5 años de recibir el diagnóstico) de todos los cánceres supera el 60%.

Y hay que comentar también que esta cifra no ha parado de aumentar año tras año desde que tenemos registros estadísticamente significativos (y esto quiere decir con un intervalo de confianza adecuado) de nuestros hospitales y clínicas.

El abanico de evoluciones (los oncólogos hablan de “historia natural”) de los procesos neoplásicos es amplísimo y se escapa del propósito de estas líneas. Oscila desde situaciones desgraciadamente fulminantes, como ciertos tipos de carcinomas pancreáticos o pulmonares (el conocido como de células de avena o “oat cell” en inglés), que llevan al exitus en pocos meses hasta curaciones cumplidos con ausencia total de enfermedad a los cinco años del diagnóstico – lista que, afortunadamente, cada año vemos ampliada – como el de próstata, el de mama, los melanomas, los carcinomas basocelulares de piel y tantos y tantos otros …

Cuando toca hablar de supervivencia, otra de los datos determinantes es el lugar de origen del paciente. Nos referimos tanto al lugar de nacimiento como su etnia.
Y aquí hacemos un recordatorio: No deberíamos hablar de razas humanas, sino de etnias. Nuestra raza es única, la raza humana, pero no así las etnias (la sociología habla de grupos étnicos-sociales), que se calculan en más de 10.000.

Factores que determinan el origen y evolución del cáncer

Clásicamente, la ciencia divide estos factores en dos clases: Los genéticos y los ambientales.

1. Factores genéticos determinantes del cáncer:

Estos incluyen tanto la carga genética de los progenitores, es decir, toda la información que los genes de los cromosomas sexuales X e Y transmiten a la descendencia y que la hacen miembro de una etnia determinada.

El propio sexo del embrión (incluidos los problemas que pueden plantearse para adscribirlo a uno de los dos sexos) y las enfermedades que los progenitores han sufrido y que pueden influenciar las capacidades de supervivencia de su prole son los factores fenotípicos más claros.

Se especula mucho sobre si el temperamento de la persona, que no se ve inmediatamente reflejado en el fenotipo, sino queda escondido en su genotipo y necesita de años para ser primero advertido y, después, valorado, es o no determinante en el aparición y evolución de las enfermedades y, entre ellas, las oncológicas.

Pues efectivamente, las características psicológicas caracteriales del paciente resultan fundamentales e, incluso, pueden ayudar a explicar la aparición de ciertos procesos cancerígenos y, sin duda, modulan en todos los casos su evolución.

Según el paciente sea emotivo o no, activo o no y primario o secundario, así será, grosso modo, su actitud ante la enfermedad en general y ante los trastornos oncológicos en particular.

Si el paciente presenta unas características cercanas a la expresión franca de las emociones, al positivismo esperanzador, a la extraversión, al optimismo, a la autoestima elevada, a la actividad y, en términos generales, resulta más primario ( emprendedor, proactivo, decisorio) que secundario (reflexivo, rencoroso, dubitativo), las estadísticas demuestran una menor aparición de procesos oncológicos y, cuando éstos finalmente llegan a presentarse, lo hacen de una manera menos agresiva y, por tanto, más beneficiosa para la salud.

Por el contrario, si el paciente resulta ser introvertido, con una baja autoestima y desconfianza en sus posibilidades, pesimista, de pensamientos redundantes y no resolutivos y predominantemente secundario, aumenta el riesgo de aparición de trastornos oncológicos y estos pueden ser más graves, con lo que su evolución sería francamente peor.

Si reducimos estas explicaciones a un solo nombre como definitorio de cada temperamento clásico (y que vienen determinados por su herencia genética), encontramos que las personas apasionadas y las coléricas presentan más recursos a la hora de aceptar, entender y combatir la enfermedad en general y el cáncer en particular; las flegmàtiques y sanguíneas aún tendrían suficientes mecanismos de lucha y coraje para encarar el largo proceso anticancerígeno y las peores situadas (considerando sólo estos valores temperamentales) serían las apáticas y las amorfas.

Finalmente, no hay que confundir temperamento, que es genético, con el carácter, que depende exclusivamente del entorno ambiental de la persona. La psicología explica que la suma de ambos, temperamento + carácter, da como fruto la personalidad individual, idiosincrásica y propia de cada uno.

La mayoría de autores consultados otorgan una importancia del 50% en la probabilidad de aparición de enfermedad oncológica debida a estas influencias genéticas, así que el otro 50% sería ambiental.

2. Factores ambientales determinantes del cáncer

Estos hacen referencia a todas las circunstancias y condiciones que rodean y determinan al paciente desde el momento de su concepción, empezando por la etnia, la edad y el estado de salud de la madre. Todas unidas, dotarán a la persona con su carácter.

Las condiciones en el momento del parto y el lugar geográfico suelen ser también determinantes para su futuro, así como una serie de situaciones:

La climatología, latitud, longitud, altitud y contaminación atmosférica (ambiente rural o urbano) de su lugar de nacimiento y primeros años de desarrollo, los contactos con otros seres vivos patógenos o no, la presencia de ambos progenitores, el número de hermanos, la disponibilidad de alimentación y de prácticas deportivas, las condiciones higiénicas, el tipo de vida nómada o sedentaria, los traslados o migraciones, los viajes, la posibilidad de recibir escolarización o una mínima formación educativa, entre otros factores que condicionan el crecimiento y la maduración personal, son claramente determinantes.

Cáncer y estilo de vida

Un párrafo aparte, pues, merece el estilo de vida de los pacientes.
Está científicamente demostrado que los pacientes pueden hacer mucho por su salud, y no dejar toda la responsabilidad en manos del personal sanitario y de sus medios científicos y técnicos.
A medida que el conocimiento científico y su divulgación, gracias a los diferentes medios de comunicación – como esta web, que supone un canal comunicativo entre médicos y pacientes impensable hace sólo unos años – van avanzando, la población resulta más y mejor informada sobre todo lo que hay que hacer para llevar la mejor de las vidas posibles.

Pero “información” no es lo mismo que “conocimiento”.

Si bien el progreso técnico hace que, al menos quienes habitamos el primer mundo, tengamos la posibilidad de consultar todo el saber acumulado por la humanidad a lo largo de su historia (que se reduce a los últimos 10.000 años de los tres mil quinientos millones de años que tiene la vida sobre la Tierra) con un clic desde el teléfono móvil, esto no quiere decir que todos los integrantes de nuestra sociedad tengan todo el conocimiento posible y sepan aplicarlo con aquel único clic.
Para llegar a tener un cierto “conocimiento” de cualquier materia se necesitan, aparte de una férrea voluntad y notable determinación, muchas horas de estudio regladas según las evaluaciones académicas internacionales, muchos sacrificios personales y familiares y, como importante guinda de este pastel, hacer y / o tener muchas experiencias al respecto.

Y, después de este complicado y largo proceso, aunque haría falta saber cómo comunicar de forma adecuada este conocimiento.

Por ello, la visita médica (en todas sus modalidades: Presencial, online, telefónica, etc.) seguirá siendo el paradigma insustituible de la relación médico / paciente.

Pues la confianza que da el trato personal y la percepción de seguridad basada en la experiencia y en la correcta transmisión de los consejos de estilo de vida y las diferentes órdenes médicas frutos de la evidencia científica no se pueden encontrar en la lectura fría de un texto escrito, sin modulaciones ni empatía, hecha en cualquier pantalla de visualización de datos.

Porque son sólo datos informativos, sin interpretación. Como lo serían también unas series de valores numéricos escritos en una analítica sanguínea o urinaria: Sin el conocimiento y la experiencia que lleven a una explicación adecuada, y considerando siempre los antecedentes de la persona, no representan más que inútil papel mojado.

Y una parte fundamental de las visitas médicas consiste en los consejos y recomendaciones sobre el estilo de vida, horarios, costumbres y prácticas de los pacientes.
Son los médicos de cualquier especialidad, como referentes de actitudes positivas de salud, personas con vocación que tratan personas con necesidades, los encargados de anunciar y proponer las mejores normas de conducta.

Y estas incluyen todos los aspectos de la vida: Las horas de vigilia y las de sueño, la calidad de esta son (hay que dormir 8 h. De cada 24 h. A la edad adulta), la dieta y el ejercicio, la educación a cualquier edad, las relaciones afectivas familiares y las laborales, la seguridad en el trabajo y en las actividades de ocio, la influencia de la climatología, como aplicar los avances científicos, la necesidad de tratamientos médicos y / o quirúrgicos de enfermedades y la corrección de defectos anatómicos y / o funcionales y tantas y tantas otras.

Todas estas cuestiones, aunque no parezcan directamente relacionadas con la salud, suponen el campo de trabajo de la Medicina y, por tanto, también de su especialidad oncológica.

La actitud frente al cáncer

El momento en el que el profesional de la Medicina se ve obligado a informar de un proceso neoplásico, o de cualquier enfermedad crónica (definida como superior a 6 m. De duración) es, siempre, muy delicado.

Esta noticia, aunque se intenta presentar de la mejor forma posible, provoca, en muchos casos, en el paciente un proceso similar al shock traumático o al duelo sobrevenido:

1. Etapa de negación:

Esta primera fase es la más “humana” de todas, es la que nos revela nuestros miedos e inseguridades en, sencillamente, negar la evidencia.

2. Etapa airada:

La sorpresa inicial y su inmediata negativa lleva a un estado de ansiedad expresado en disconformidad con su suerte. El paciente contra el resto del mundo. Empezando por él mismo, intenta buscar en alguna respuesta a su desazón o las causas últimas que le han llevado a este sufrimiento físico y mental.

3. Etapa de negociación:

Ahora el paciente valora cambiar a mejor sus hábitos de vida y todas las características que ahora conoce como negativas de su estilo de hacer las cosas. O quizás ya sabía que no eran adecuadas, pero no les daba la importancia requerida.

4. Etapa de depresión:

Al no acabarse de creer el diagnóstico ofrecido, el paciente busca una segunda opinión e, incluso, una tercera. Y cuando el conjunto de pruebas recopiladas y las visitas explicativas a varios centros oncológicos ya superan las necesarias, el paciente parece caer en un abismo y oscurece su carácter.

5. Etapa de aceptación:

Finalmente el paciente, insistido por el estamento sanitario y, generalmente, ayudado y aconsejado por sus familiares, termina asimilando la situación.

En esta fase final se produce la demanda de ayuda de los mejores y últimos avances médicos oncológicos y, aunque en Cataluña nuestro nivel asistencial y terapéutico está considerado como uno de los líderes a nivel mundial por las autoridades sanitarias internacionales, no son infrecuentes los viajes a centros hospitalarios extranjeros para validar y / o confirmar orientaciones diagnósticas y actitudes terapéuticas.

Ahora el paciente sí que pone todo su interés y la mejor de las disposiciones a aceptar la dureza, en ocasiones extrema, de la lucha anti-oncológica.

Todos conocemos enfermos de cáncer.

Nosotros diagnosticamos, pero es tarea de todos prevenir primero, tratar después y ayudar siempre.

Desde aquí os animamos a que vosotros también ayudéis y os enviamos estas palabras de ánimo con un último consejo, que se ha demostrado de gran utilidad:

Tenga unos buenos hábitos de vida, que es sinónimo de la máxima prevención que depende de vosotros. Esto quiere decir que hay que amarte mucho a vosotros mismos y a sus familias, pues el amor no hace rodar el mundo, pero sí que muchas vueltas valgan la pena.

Dr. Rafael Vila Silvan

Oftalmólogo

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