Es una complicación de la diabetes que ocurre cuando la enfermedad ha afectado los vasos sanguíneos de la retina.
Cuando las paredes de estos vasos se alteran, se producen fugas de líquido, formación de otros vasos anormales (neovasos) y crecimiento de tejido fibroso. Cuando esto sucede, la retina no realiza bien su función, y la visión se deteriora.
El riesgo de desarrollar retinopatía diabética es mayor cuanto más tiempo haya pasado desde el inicio de la diabetes; pero el momento en que se presenta también varía, dependiendo del tipo de diabetes y del grado de control metabólico de cada paciente.
Es fundamental concienciar al paciente diabético de la necesidad de que controle su hemoglobina glicosilada (HbA1c). El estudio Early Treatment Diabetic Retinopathy Study puso de manifiesto, ya en la década de los 80, la necesidad de valorar este parámetro y mantenerlo entorno al 8. El estudio no consiguió impactar lo suficiente a la población y a los médicos de cabecera. Actualmente, la Sociedad Española de Retina y Vítreo fija como valor de referencia mínimo el 7, siendo el máximo deseable de 10.